Accediendo a una histórica final tras ganar en Chile y desde que se supo que el rival sería brasileño, Internacional o Sao Paulo, se sabía que el Guadalajara no partía como favorito. Pero nuevamente se prendían las velas de la esperanza, para buscar de una vez por todas el ansiado título de la Copa Santander Libertadores de América. A terminar con la supremacía de clubes brasileños sobre mexicanos y qué mejor que hacerlo en la final.
Pero este equipo no es el mismo de otras veces, por los nombres de los cambios y la falta de gente que haga la diferencia, llegamos a la conclusión de que están en renovación. Y los que suelen tardar en aparecer son los de las posiciones que hacen la diferencia. Y cómo van extrañar al “Chicharito”. Ni el «Bofo» ni Bravo ni el “Venado” están para llevar a las Chivas a sacar los resultados deseados y Arellano menos, no es ni la sombra de lo que fue y menos de lo que prometía, también sumamos el bajo nivel de Magallón. La poca experiencia de tantos jóvenes está mal cobijada en el plantel actual, peor aún si el capitán es Héctor Reynoso con el ejemplo de su “futbol colmillo” dejando el espectáculo en el olvido. Todo un guerrero en el campo, pero las repeticiones evidencian su terrible antifutbol.
En los 180 minutos no pudimos ver la mejor versión del “Rebaño Sagrado”. Se vieron avasallados por el conjunto brasileño de principio a fin. El gol de Marco Fabián dio cierta esperanza para pensar que “como las finales nadie las juega bien, igual y así las Chivas también la ganan”; pero no, equivocación de José Luis Real en cambiar el esquema a medio partido y graves errores de coordinación defensiva, además de la clara reacción de los locales condenaron otro subcampeonato más para México en competencias de Conmebol. Pero no es para achicarnos y hacernos a la idea que nunca podremos ganarles, porque en algún momento llegarán esas victorias, y quien no lo crea así mejor que ni vea los partidos que se juegan en esas competencias. Falta tomarle la importancia, trabajar el aspecto mental y esa dosis de suerte en los momentos precisos. Que fácil se escribe o se dice…
Inter es un equipazo, está muy bien trabajado y tiene esos hombres que se echan el equipo a los hombros. No sólo uno, varios: D’Alessandro, Tinga, Guiñazú, Sobis, Taison o el joven Giuliano, y son justos campeones porque fueron mejores simplemente.
El tema para recapacitar queda en los jugadores, mexicanos y brasileños por el pésimo comportamiento que tuvieron al concluir el partido. Qué imagen tan desagradable han dejado al aventarse a los golpes y a provocar a los campeones que ya estaban festejando, o eso intentaban, ya que ellos fueron los que provocaron primero y luego siguieron el festín igualmente con puñetazos, patadas, codazos o hasta muletazos. Las Chivas ayer no supieron perder y el Internacional tampoco supo ganar. Si te ganan y fueron mejores que tú, lo más honroso que puedes hacer es darle paso al ganador, aplaudirle y llevarte tu reconocimiento por el esfuerzo de luchar hasta el final y haber sido el segundo mejor del campeonato. Si ganaste, gana bien, sin burlarte, sin menospreciar y agradeciendo el digno trabajo que hizo el contrincante y así te sientes de verdad un campeón con todas las de la ley. ¿Cultura? ¿Autoestima? Hasta en los barrios pasa, comencemos por saber ganar y saber perder dentro de nuestro propio ambiente, así cuando critiquemos a esta especie de futbolistas no estemos hablando de nosotros mismos.