No ha pasado desapercibido, pero si a segundo término tras la nueva eliminación del Real Madrid de la Champions, la goleada imponente y estrepitosa que propinó el Manchester United al Milán.
Un día muy especial para el Old Trafford, también conocido como “el Teatro de los Sueños”, ya que convirtió realidad el sueño de regresar a este lugar a David Beckham siete años después, aunque fuera vistiendo otros colores. Entró de cambio en el segundo tiempo y pudo disfrutar de poco más de 26 minutos pisando la grama verde de su antigua casa, siendo observado por los fanáticos de los Red Devils quienes le ovacionaron en todo momento y más aún al final del partido en que el “Spiceboy” se despidió de ellos. Además se puso una bufanda del MUST, el movimiento que busca comprar el club a la familia Glazer. Si Becks ya no quiere volver a la MLS, también quiere que los gringos se vayan de la dirigencia de su equipo del alma.
Ahí murió la esperanza del conjunto italiano siendo vapuleados por un equipo inglés que nos enseña cada año que en la isla británica saben cómo jugar los partidos importantes. La primera estocada estaba dada en el mismo San Siro y en la vuelta salieron de nuevo a comerse al balón y a su rival. Sin Pato y con un Ronaldinho sin regularidad en su juego, era difícil que el cuadro rossonero pudiera sobrevivir, menos aun a partir de la marcha de Kaká el verano pasado, jugador que al sentirse desplazado del protagonismo por Cristiano Ronaldo, cada vez se ve con menos confianza en el Madrid, porque en la canarinha sigue siendo el líder y crack de siempre.
Pero hay que darnos cuenta que en el equipo de Ferguson, si los grandes cracks mediáticos no quieren estar, estorban o no comparten el equilibrio de un equipo, no tienen cabida. Por ejemplo, el mismo Beckham, Diego Forlán, Juan Sebastián Verón, Ruud van Nistelrooy o recientemente Cristiano Ronaldo. No dudo de la capacidad de ninguno de ellos ni critico sus motivos para irse, pero si Alex Ferguson los dejó marcharse fue por algo. El sabe lo que tiene y él sabe quiénes deben llegar para cubrir esos huecos.
De todos los títulos y logros del Manchester United de los últimos años prevalecen los actores secundarios y enormes trabajadores del equipo como el capitán actual Gary Neville, Wes Brown, John O’Shea o Darren Fletcher. Los básicos, experimentados y más talentosos Edwin van der Saar, Paul Scholes, Rio Ferdinand y el incansable hombre récord Ryan Giggs. Y a partir de ahí otras contrataciones que se consolidaron con facilidad: Nemanja Vidic, Michael Carrick, Patrice Evra, Park Ji Sung y ahora Antonio Valencia.
Mención especial para un hombre que en este momento es el más rentable del actual año futbolístico en el planeta: Wayne Mark Rooney. Un tipo con la pinta similar a Paul Gascoigne, pero que a sus 24 años ha sabido guiarse por su entrenador y a diferencia de Gazza, calmar su temperamento para provecho de sí mismo y del equipo. Deslumbró en el Everton desde los 16 años, llegó a Manchester, jugando retrasado, por la banda, sin hacer tantos goles ni llevarse los periódicos. Y llega la recompensa para el verdadero ídolo que ha sabido tener paciencia y ahora es el mejor goleador del momento y figura de su selección. Rooney tiene todo el talento, la picardía y agilidad, pero no solo eso, el carácter que ha forjado es de todo un ganador. Pero en este Manchester United, protagonista y candidato a ganarlo todo (excepto la FA de la cual cayeron eliminados) solo podemos destapar por ahora un crack que debemos valorarlo como el mejor del momento, los demás siguen siendo infiltrados trabajando por el orgullo del club y de su gente. Títulos: el único fin y el único resultado en mente. “Glory, glory Man United”